metalanguage.

jueves, 10 de noviembre de 2011
Pregúntame por qué lo hago. Todos parecen querer saberlo últimamente, y yo respondo que la razón es una pequeña grieta en los amaneceres que se contagian de tarde. Esa grieta me convierte en una mera marioneta a merced de mi mente, mis manos y mi pluma. Y de repente, todo gira en torno a escribir.
Escribir en cualquier lugar y en cualquier momento.
Escribir en servilletas de papel, en las paredes de mi alma y seguir escribiendo.
Escribir como quien en vez de aire, inspira y espira palabras. Engullendo cucharadas de sílabas, tragando párrafos perfumados.
Escribir en tus párpados, en tus labios, describiéndote.
Escribir con la espalda apoyada en el suelo.
Escribir con los dedos, con las muñecas, con los hombros, la barbilla y la lengua.
Escribir, escribir, escribir. Se apodera de mi tiempo, pero me lo devuelve en forma de vida.
Escribir por todo lo que tengo que decir, porque es un vómito irreprimible y por seguir escribiendo. Eso es, lo vais entendiendo.
Escribir, escribir, escribir.
Escribir y mirar las letras esparcirse sobre una página, verlas encender hogueras frente a mis pupilas, dibujar una delgada línea de sangre.
Escribir para ahogar cada milímetro cúbico de oxígeno y seguir escribiendo.
Escribir hasta que alguien por fin se percate de que todo esto que construyo, es mucho más que palabras.
Y que éstas, ni tan siquiera lo son.

1 Espejos rotos:

Anónimo dijo...

Me suena mejor a los ojos en torno, así, separado. ¿no?