decline of decadence.

miércoles, 24 de agosto de 2011
Ya no queda nada de mí. Nada de lo que fui. No tengo nombre, no tengo pecho, mi alma ha escapado y nadie lo lamenta. Apenas se escucha ya el eco del quiebro final en mi voz.
La húmeda brisa nocturna que enfrió la mañana ha borrado mi recuerdo. Mi risa, mi olor, mis gestos se han perdido en el olvido. Nadie ha venido a llorar mi ausencia ni a buscar mi memoria. Simple y rápido, he quedado sepultada por los escombros del pasado. Mi voz ha quedado muda, mis palabras han muerto en el silencio. Y mis lágrimas... mis lágrimas que anegaron aquel espacio sempiterno se han consumido.
Sólo me queda por contemplar mi último suspiro, aquel aliento débil que exhalé y se mezcló con el denso oxígeno que reclamaban dolorosamente mis pulmones.
De repente, y sin razón aparente, las gotas de lluvia alteraron el rumbo de mi destino.

fourty sheets.

domingo, 21 de agosto de 2011
La luna resplandece en un cielo plagado de estrellas, y baña con su fría luz metalizada un edificio abandonado de tres plantas de ladrillo rojizo. Se alza orgulloso frente a un solar deshabitado. Casi parece un centinela nocturno cuyo deber fuera observar las cacerías furtivas de los gatos que lo habitan desde hace décadas. Todas las ventanas desaparecieron hace tiempo, otorgándole un aspecto de criatura desmembrada.
Me encuentro en la azotea, tan maltratada como el resto de la construcción. Camino por páginas llenas de palabras vacías. O páginas vacías, que es lo mismo. Mis ojos lo observan todo, pero no encuentran nada. Es como si viera en blanco, como si todo fuese nuevo y estuviese por descubrir. O tal vez sea como si no viera nada. A pesar de ello no me detengo.
¿Qué hago? ¿Por qué avanzo?
Tengo la sensación de haberme dejado olvidada la mente, tirada en cualquier rincón. Siento mi corazón como un reloj que sólo atenúa la espera… ¿pero la espera a qué?
Esta inestabilidad súbita me abruma, necesito encontrar mis huellas para volver sobre mis pasos. Pero está oscuro, y apenas veo.
Se oye, a lo lejos, el llanto estridente de una sirena

anke.

miércoles, 17 de agosto de 2011
El frío viento remolca mi pelo mientras camino por las calles de Amsterdam, que ya oscurecen. Me envuelve una bruma densa y gélida que penetra en mi piel a pesar del grueso abrigo que me cubre. El silencio flota conmigo; estoy sola.
Siento los ojos de la ciudad siguiendo mis pasos, su aliento en mi nuca... Pero no echo a correr, nunca echo a correr. Camino despacio.
Las casas me dan la espalda, los arboles desnudos se doblan a mi paso como contorsionistas decrépitos.
Al final de la calle brilla una luz cálida. Entro en el café y me quito los guantes al sentarme. Observo a mi alrededor: Es un lugar precioso, hay tantas plantas que casi parece un pequeño jardín de invierno. El suelo y el mobiliario son de madera oscura, desgastada por el uso. Las paredes están algo desconchadas salvo en un rincón, donde están cubiertas por antiguas fotografías y donde un sofá rojo aporta algo de colorido al local. La barra, como todo, es sencilla y funcional. Resaltan las numerosas estanterías rebosantes de libros. Sólo hay una chica de aspecto elegante que apura el último sorbo de su té mientras guarda un libro de bolsillo de su bolso.
Desde mi mesa le pregunto qué libro es. "La delicadeza", de Foenkinos. Es una lectura increíble, le respondo, y ella me sonríe. Ese es el punto de partida de una conversación que se alarga durante más de una hora. Cuando quiero darme cuenta, estoy sentada frente a ella con una taza entre las manos y varios libros sobre mi regazo.

omen.

lunes, 15 de agosto de 2011
Camino por una calle arbolada danzando sinfonías, pensando en mil y un errores. Indecisa, pero ingenua... creyendo todas las verdades, incapaz de inventar una nueva realidad.
Oigo el graznido de un cuervo sobre mi cabeza. Al levantar la mirada me encuentro con un ave oscura, de ojos maliciosos. Me mira a mí, lo sé. Hace dos días que me sigue, se posa sobre los postes eléctricos, los coches abandonados en las aceras y los toldos de los concurridos cafés... Me observa. Y me habla; me susurra presagios a gritos. Envueltos en trajes de encaje, despiertan mi inquietud. Absorven mi alma en horrores que sólo yo puedo imaginar.

El viento nacido en el sur ha migrado al norte, y el ambiente se ha sumido en un letargo mortuorio.
Temporalmente, se escapa esta sombra negra que me pisa los talones. Pero no tarda en volver, traspasando rejas.

unstandable.

viernes, 12 de agosto de 2011
Los colores neutros del salón alivian mi migraña. A mi lado hay un libro de Kundera que pide a gritos ser leído y un lápiz sobre un papel, además de un marcapáginas que realmente no es más que un sobre amarillento que contiene un botón.
Siento en mi piel una ira metálica. Si no escribo en el vellón blanco de mis pesadillas, mis ojos se achinan y sufro una metamorfósis, enloquezco. Hay dentro de mí varias hojas de acebo, la flor del resentimiento. La venganza en su forma vegetal. Tengo en mi interior una sala de alquimia, donde experimento con toda clase de remedios y sortilegios.
Beber zumo de saúco para calmar la violencia. Pensar en otra lengua para aclarar las ideas. Hacerse un café más dulce, lo más suave posible para evitar el mal humor.

um zu leben.

lunes, 8 de agosto de 2011
Susurro, estoy sola.
Te pido que no me despiertes, que no escribas destinos inciertos, que no conlleves un final, que no atraigas la lluvia. Quiero consumir esta luz en mis sueños.
Déjame cantar mientras espero y vivir como si esos sueños fueran ciertos. Deseo soñar en ellos, o bien tocar tu voz con el aliento que le robé a alguno de esos versos viejos.

Congela mi mirada que te observa, y descansaré sonriendo.
Te pido que no me despiertes. Quiero aprender de mi pasado, no hay ningún ciclo sin finales ni lluvia, no hay llanto sin melodía.
Déjame vivir como si mis sueños fueran ciertos y déjame dibujarte entre las estrellas. Quiero cantar imaginándote mientras espero la aurora, mientras capturo los rayos luminosos que surgen de tu recuerdo.

Voy a conseguir que la luna nos envidie, que la ciudad caiga rendida en un sopor profundo. Voy a conseguir olvidar el tiempo y dormir hasta que en el exterior reinen las tinieblas.
Por favor, no me despiertes.

côte sauvage.

jueves, 4 de agosto de 2011
A medida que seguimos un camino estrecho y sinuoso que atraviesa un bosque antiguo, vamos acercándonos a la costa. No muy lejos se escuchan ya los graznidos estridentes de las gaviotas y el débil sonido de las olas que acaban su vida lamiendo con su sal las rocas grises y la arena. Ante mí se eleva una duna inmensa que da paso a una playa de belleza indescriptible. El sol arranca tenues reflejos de la superficie verdosa del océano. Cojo mi tabla y echo a correr hacia la orilla. Las piedras se clavan en mi piel, pero pronto se convierten en arena, que no tarda en dejar paso al agua gélida del Atlántico. El olor de esa arena húmeda y del agua salada asalta mis fosas nasales y al hundir mi tabla bajo mi cuerpo, siento el frío colarse a través del neopreno. En este momento no existe nada excepto el mar y esta tabla. Es una vieja Swellie, de un amarillo gastado que resulta reconfortante en la inmensidad grisácea que me rodea. Tumbada sobre ella, dejo que las olas jueguen conmigo un rato: me empujan, intentan tirarme, me abofetean dulcemente. En mi boca, ese sabor salado tan familiar resulta refrescante.

Remo con todas mis fuerzas para atravesar las olas rotas, los picos blancos de esas cordilleras acuosas que intento subir frenéticamente con el rugir del viento contra mi rostro. Cuando paso la zona de oleaje llego a ese punto mágico en el que todo lo que queda por detrás de mí es caos y todo lo que tengo por delante es calma.
Siento la fuerza de una ola que está naciendo, como un dios marino que me arrastra al olvido. Me estiro sobre la tabla y empiezo a mover los brazos con determinación. La furia del mar impulsa mi cuerpo hacia delante a gran velocidad. Sólo puedo seguir una dirección, que tiene como destino las rocas escarpadas de la costa. Estoy completamente cautivada, oigo música en mis oídos.
El agua está tomando la forma de una pendiente brusca... me dejo llevar. Es lo más parecido a volar que he experimentado. La tabla se inclina, se adapta bajo mis cuerpo. Intuyendo el momento adecuado, me impulso y me sostengo sobre mis pies cuando en la ola empieza a describirse la cresta. Siento como una falta de gravedad, un vacío sublime mientras me deslizo sobre la pared de un verde cristalino. Tras de mí, sólo un halo de espuma blanca que va siendo engullido.

for C.

Todo tu tiempo lo dedicas a hablar de esa persona. Te gustaría culparla de todo lo que ha pasado desde que se fue, de todas tus desgracias, de todas las penurias que has sufrido por su ausencia. Por ella te es imposible pensar en nada más. Las canciones se han convertido en notas que derraman recuerdos.

La odias, y no puedes ocultar el inmenso rencor que recorre tus venas, emponzoñando tu mente. Desearías, aunque jamás lo admitas, que su vida fuera igual de miserable que la tuya, que sintiera lo mismo. Esa felicidad cruel y efímera que te pisotea y luego se aleja silbando, que te mastica y te escupe sin contemplaciones. Quisieras, en el fondo de tu corazón, que se diera cuenta de que no va a encontrar a nadie a quien le importe tanto como a ti. Que pasara sus días pensando en volver a verte, igual que haces tú. Que regresara a tu lado el próximo verano, arrastrándose, pidiéndote disculpas. Que reconociese de una vez por todas que te necesita... pero antes deberías admitirlo tú.

Porque por más que la odies, sabes que estás dispuesta a lo que haga falta por verla una última vez.

just today.

martes, 2 de agosto de 2011
Me despierto a mitad de noche y me pongo en pie. Avanzo hasta el espejo y observo mi rostro a través de una nube de penumbra. La oscuridad me absorbe, y yo bebo de ella al mismo tiempo. Cabalgo sobre las sombras, protegida por esa manta de muerte y silencio, abrazada por deseos destruídos en vano, vendada por la gelidez de pasados inconexos.
Atravieso un camino de tiempo que no avanza y espacio fenecido, un momento desesperado en el que solamente deseo lanzarme a la espiral del dolor del individuo.
Sólo veo vacío en mis ojos y cansancio en mis facciones. Una mirada perdida que me exilia del presente. ¿Qué soy si he dejado de ser.?
Mis pies están firmes sobre el suelo, pero vivo en ausencia, en este abandono tan mío, en este refugio inexacto. No se escucha nada, sólo susurros que me arrebatan resquicios de mi alma y sentimientos que se arrastran suplicantes frente a mi ventana.
Quiero una nube de cristal para huir del tiempo y un mundo imaginario para zambullirme en las aguas cristalinas de un subconsciente alquilado.
Golpeo el cristal con mi puño y éste se resquebraja, resignado. Una punzada hiriente recorre mi brazo, un líquido pegajoso empapa mis dedos. Y, a la vez, los pedazos que caen lentamente absorben mi reflejo para retenerlo eternamente.
Me entrego a mi inconsecuencia...

optimistic attempt.

lunes, 1 de agosto de 2011
En algún momento llegamos aquí, donde los caminos se dividen. Por alguna causa o por el simple capricho de algún acaso . He llegado aquí, un lugar donde sólo el tiempo tiene razón de ser, porque el vacío en sí es origen.
Y allí a lo lejos, entre el vuelo alborotado de una jauría de silencios y un fluir inesperado de recuerdos que surgen como hongos tras la lluvia, allí... entiendo que estás lejos.

Lentamente voy comprendiendo este amor que me consume. Empiezo a asimilar en silencio esas palabras, que dichas en tantas ocasiones y en tantos ciclos, han terminado por convertirse en laberintos. Que no voy a encontrar tus manos, son las mías las que te imitan sobre mi rostro, que te tomo por ausencia, pero me sorprendes tras cada esquina. Que los besos se agarran a todos mis recuerdos, que las sombras pasan y que están dejando huella.

Sin embargo, me alcanza la certeza de un soplo huracanado, de un “te quiero” que adopta formas inconclusas, que se reproduce eternamente alcanzando el infinito. De un abrazo sin encuentro delante de tus brazos.
Estoy inundada de palabras que se agolpan en mis labios. Y ya no me importa, porque sencillamente he comprendido que cada minuto de ausencia tiene sentido, que el silencio en sí mismo ya es una respuesta.