take me for a flashdance.

miércoles, 7 de marzo de 2012
Los días se suceden, igual que siempre ha ocurrido. Pero las noches ya no duelen.
¿Cuánto tiempo ha pasado?
A quién le importa si han sido setenta y dos horas o trescientas cuarenta y ocho. No me cansaré de repetir que el tiempo es tan solo una mentira, y más desde que no dejo de pensarte. Ha vuelto a nacer en mí la sonrisa aterciopelada de la primavera. Hierve la sangre en mis venas.

Mis ojos tienen un brillo nuevo desde que me has devuelto la claridad de mis pensamientos. Ya no buscan disolverse entre suspiros de viento; no desde que has irrumpido en mi vida. Vuelvo a tener alas. Siento, de nuevo, que podría volar tan lejos como quisiera. Hoy, mañana y siempre.

No mentiré, de vez en cuando extraño el melancólico compás de mis palabras acuchilladas. Pero me has dado una razón para abandonar este palacio de hielo que se derrumba bajo los rayos del sol de marzo.

Quiero cambiar el roce de la sangre transparente por una caricia de tus labios en mi mejilla izquierda. Quiero un principio, algo a lo que atenerme. Quiero volver a mis ecuaciones de lo absurdo, como, por ejemplo, quererte más que hoy y más que ayer multiplicado por... ¿indefinidamente?. Elevado al cuadrado, o ya puestos, al cubo.

No quisiera importunarte, pero no sé a qué estamos esperando.

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