No hay ningún foco de luz, el cielo no llueve estrellas como es costumbre. Te pienso y te observo en esa foto, la única forma en la que te conozco. Y me doy cuenta de que nunca he escuchado tu voz, jamás he sentido tus dedos. No nos entendemos más que a través del frívolo lenguaje de los desconocidos.
Pero algún día voy a conocerte. Tal vez en otra vida en la que, quizás, seamos rocas. Una junto a la otra. Sin poder mirarnos, ni hablarnos, ni tocarnos, sin sabernos juntas. Encerradas en nuestros núcleos respectivos de trióxido de sílice y trióxido de aluminio. Pero al fin y al cabo, juntas.
Permíteme ser otro elemento más en la materia que es tu vida. Permíteme ser. No me dejes arrancarme el aliento, desgarrarme la vida. Matarme lentamente y enseñarles a todos mis heridas.
Detrás de estas paredes no quedan más que restos que brillan con un fulgor gastado y sombras que se ocultan tras sombras más oscuras. En este cuarto sin ventanas que es mi núcleo - seis muros grises que empiezan a teñirse - soy feliz. He terminado de comenzar lo que siempre he querido. Ya no deseo no tener voz y que mis palabras se estrellen contra mis dientes. Ahora sé que quiero ser, y quiero ser grande. Quiero que comprendas la verdad que hay en mis mentiras, que me leas y me encuentres entre líneas.
Estoy comiendo vidrio, y empiezo a ser transparente.
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