Y allí a lo lejos, entre el vuelo alborotado de una jauría de silencios y un fluir inesperado de recuerdos que surgen como hongos tras la lluvia, allí... entiendo que estás lejos.
Lentamente voy comprendiendo este amor que me consume. Empiezo a asimilar en silencio esas palabras, que dichas en tantas ocasiones y en tantos ciclos, han terminado por convertirse en laberintos. Que no voy a encontrar tus manos, son las mías las que te imitan sobre mi rostro, que te tomo por ausencia, pero me sorprendes tras cada esquina. Que los besos se agarran a todos mis recuerdos, que las sombras pasan y que están dejando huella.
Sin embargo, me alcanza la certeza de un soplo huracanado, de un “te quiero” que adopta formas inconclusas, que se reproduce eternamente alcanzando el infinito. De un abrazo sin encuentro delante de tus brazos.
Estoy inundada de palabras que se agolpan en mis labios. Y ya no me importa, porque sencillamente he comprendido que cada minuto de ausencia tiene sentido, que el silencio en sí mismo ya es una respuesta.
Lentamente voy comprendiendo este amor que me consume. Empiezo a asimilar en silencio esas palabras, que dichas en tantas ocasiones y en tantos ciclos, han terminado por convertirse en laberintos. Que no voy a encontrar tus manos, son las mías las que te imitan sobre mi rostro, que te tomo por ausencia, pero me sorprendes tras cada esquina. Que los besos se agarran a todos mis recuerdos, que las sombras pasan y que están dejando huella.
Sin embargo, me alcanza la certeza de un soplo huracanado, de un “te quiero” que adopta formas inconclusas, que se reproduce eternamente alcanzando el infinito. De un abrazo sin encuentro delante de tus brazos.
Estoy inundada de palabras que se agolpan en mis labios. Y ya no me importa, porque sencillamente he comprendido que cada minuto de ausencia tiene sentido, que el silencio en sí mismo ya es una respuesta.
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