Una ola de la más intensa gelidez recorre mis venas, atraviesa mis pulmones y desgarra mi piel precipitándose hacia el exterior.
Observo como se va consumiendo, tan despacio, tan tristemente.
Resulta patético que siga palpitando con vida, que se niegue a esfumarse de una vez por todas.
Todo lo que queda repta hacia las sombras con la cabeza gacha y vergüenza en la mirada.
Se pudre, como de costumbre.
Sucumbe ante tus ojos burlones.
Emboza mi aire con sangre y el impuro veneno de las palabras.
Imploro…¿qué imploro?
Acaricio el silencio y enfermo por el desconsuelo que esta pálida noche incrustará en mi pecho.
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