our endless numbered days.

domingo, 11 de marzo de 2012
Baila una gota al borde de mis tejados, con la leche caliente manchando el filo de la cuchara. No hace falta que lleves tu paraguas si vas conmigo, si llueve nos mojaremos y no hay más que hablar. 

Siéntate frente a esa mesa. Hipnotízame con ese cruce delgado de tus piernas. Róbale un sorbo de té a tu taza, mientras te observo por el rabillo del ojo. Olvídate de pagar y dejémosles las palabras a los labios.

Sale la luna a la que ladran las golondrinas y se desvanece el escapismo de lo profundo de tu mirada.

No tienes que temernos, es cuestión de control. Sacar las uñas sin desgarrar las cortinas. Nada de lluvias bajo la manga. De esas que te mojan hasta condensar la pasión en los ojos, te roban los secretos de la garganta y olvidan cerrar los cajones.

Quiero volver a verte bailando sola. Con el humo y la luz perfilando la perfecta curva de tu espalda. Verte desde atrás, desde cerca. Sin atreverme a tocarte. Sin más honor que el de un beso mendigado y tus manos rodeando, con inseguridad, mis hombros. Quiero un compás de llovizna sobre la sombra de una noche.

Toma el atajo de mi insomnio si es que tus pies no se han olvidado de volar.
Y si vuelves, como todo lo que alguna vez vino, no me traigas nada salvo la brisa ligera de tu voz. Y, tal vez, ese deje vacilante de tu lengua deshilachando mi boca.

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