the rhythm.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Apex

Un muelle, una figura. Apenas reconocible su silueta que enturbia el brillo del sol. Acerquémonos.
Se oye un murmuro; recita en voz alta, con la voz rota y cansada, las excusas que inventó para quedarse. Son las mías y es mi voz.
Gaviotas cuajadas y sin plumas se suicidan, incapaces de digerir tanta confusión. Los peces flotan, muertos, en la superficie… salen a la arena, sofocante, para pudrirse con cada una de sus agónicas palabras.
Llama al silencio y muerde sus labios hasta que la sangre se derrama, enturbiando su oscuridad almidonada.


A la luz de un discernimiento, la sombra tira sus llaves al mar.


Dusk


Estoy harta de los atardeceres que se ocultan (¡cobardes!) en el ocaso. ¿Acaso tienen miedo de ver a la Luna? Esa esfera, pálida y pura, que con sus destellos les toca el cuello.
¿Y el sol? ¿Dónde se esconde?
Huye, corre… se desgarra en rayos y muere en el horizonte entre golondrinas y aplausos de seres sin manos.
¿Me tienen miedo a mí también?
Quizás porque siempre seguiré a la Luna; y ella estirará un brazo para entrelazar nuestros dedos. Por temor a mirar el rostro de aquello que hierve en tus venas, te sepultan estas cuatro paredes. Y suplicas perdón, pero es tarde y tu sol ya se ha ido.

Te engañó con la noche, se acuesta con los cometas.


Gloom


Cae la lluvia. La lluvia cae como nunca ha caído. Como el día que perdí mi destino. Quizás llueva por los días que se fueron. Llueve mi lamento.
Está aquí, ha llegado esta noche con la madrugada. Como una niebla irrefrenable en el enigmático torbellino de mi alma.
Estás ahí, sufrir solitario, clamor sordo en el más mudo de los silencios. Algo nuevo destruido, para crear desdoblamientos de amores y odios. Y mi corazón te llama, como siempre, aunque sea ya tarde.

Deseo un cese en mis pretéritos. Deseo un cese en mis pensamientos.

Daybreak


Este amanecer es mío. Es mi sangre la que tiñe las nubes y mis suspiros el frío viento que las arrastra. La pena oculta de hoy sólo será un cadáver mañana. Espaldas destrozadas. Ha llegado la hora de las mañanas heladas. Quiero tirar los trozos de las sonrisas rotas, que se desintegran antes de poder usarlas… y que manchan con su sangre las rodillas despellejadas de mi entereza.
No queda carne en mis huesos; sólo arena sofocante. Adiós a lo establecido, dueña de todo sin tener que bramar al que habla con la voz magullada.

Y pensar que en este lugar las almas sueñan…


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