hatred.

jueves, 15 de septiembre de 2011
Siento una emoción reprimida persistente. Podría compararse a la sensación que provocarían unas uñas recorriendo mi espalda en una rápida sucesión. Es como si algo intentara extender sus profundas raíces en mi interior. He luchado por mantenerlo al margen, pero ha llegado un momento en el que no puedo seguir haciéndolo.

Antes de haber sabido lo que era exactamente, ya notaba su violenta difusión dentro de mí. Me sobrepasa… Me invade el pánico porque no puedo controlarlo. Está devorando mi calma y me impide pensar con coherencia.

No puedo aplacarlo, su instinto es llenar todos los recovecos de mi organismo. Para no poder ser alcanzado y, en consecuencia, no poder ser destruido. Siempre habitará esas profundidades abismales. Mi subconsciente. Ataca, como un parásito, mis emociones y mi alma.

El odio es el clamor de la guerra y el alarido de lo olvidado. Es un sentimiento frío y pegajoso que parece fuera de lugar en un corazón. Es agrio, amargo… como la leche pasada.

El odio nace dentro de mí a partir de las más simples formas de humanidad. Estoy siendo testigo de una emoción primaria existente que, lentamente, se está manifestando. Todos los que la presencian se acaban infectando, de una manera o de otra. Sólo ruego que pueda vencerlo antes de que me venza a mí.

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