cutting edges.

sábado, 3 de septiembre de 2011
Un día más, empuño mi pluma.
Me duele ver como el mismo ciclo se repite. Las mismas palabras susurradas por los mismos labios. Sólo de pensarlo se me revuelve el estómago de puro odio. Tengo una indigestión por tragar tristeza caducada y los primeros síntomas ya son evidentes; mis entrañas están infectadas con desesperación. Quizás sea absurdo, pero me gusta mirar a la ira a los ojos cuando la frustración empieza a abrirse camino. Esos ojos inyectados en sangre que me asfixian en este maldito espejismo de perdición.
Recuerdos que me acarician bruscamente, que me arrancan la piel con zarpazos de aversión.
No sé que hago revolviendo en buhardillas ajenas, pero si la puerta está abierta no puedo evitar entrar a echar un vistazo. Los muebles están todos al descubierto, y a pesar de los meses que han pasado ya, no están cubiertos más que por una finísima capa de polvo. Creo que no se resignan, todo lo contrario, se alzan orgullosos sabiendo que no es imposible resurgir de las cenizas. Después de todo, los nuevos muebles no tardan en envejecer. Y dentro de lo viejo, siempre es peor lo menos viejo.

0 Espejos rotos: