cease.

lunes, 5 de septiembre de 2011
Un encuentro en una orilla, bajo los arces. Sobre nosotras un burdo boceto del cielo a carboncillo. ¿Sigues queriendo venderle pétalos de vigilia y polvo azulado de hojas de invierno a los recuerdos que dejamos tirados? Quedaron abandonados, malheridos bajo estas mismas estrellas. Guarecidos entre las nieves tardías de medianoche y los vapores de la luna, sangraron lágrimas que anegaron la tierra. Germinaron, convirtiéndose en enmarañados matorrales de palabras displicentes.
Hablamos en susurros, intentando ocultar el miedo y el odio. Leemos en nuestros ojos aquel libro que compartimos cuando aún no contemplábamos la pena y la derrota. Entre nosotras se proyecta cautelosamente una mancha de burla y se alza un alarido de culpa olvidada.
Las nubes bajas de la aurora casi han borrado las sombras de tu semblante. Pero no se han marchado ni el frío de tu nostalgia, ni tu memoria sin vocablos de poesía.
Nuestros caminos se separan frente a esta orilla, bajo estos arces. No hay palabras, ni llantos cuando la tarde desaparece en el horizonte. Nos obsequia con su cadáver de flores y espinas. A cambio queda grabada en su antifaz una sonrisa triste que escapa de mis labios.

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