goodnight-story.

lunes, 25 de julio de 2011
Naoko está sentada en la ventana, mirando un paisaje que no entiende. Cuando el cielo se torna oscuro, observa la luna con una sonrisa en los lasbios, parece hipnotizada. Sabe que nunca podrá alcanzarla más que con su mirada, pero en su mundo nocturno de sueños y quimeras será su amante eternamente.
El alba llega anunciada por un soplo de viento que golpea su rostro pálido por el frío.
Sentada aún sobre esa ventana, ella balancea sus piernas y rememora su infancia en el columpio de su abuelo. Cuando el despertador suena sobre su mesilla de noche, se levanta dificultosamente; tiene las extremidades entumecidas. Espera pacientemente mientras los días pasan inadvertidos.

Hasta que finalmente llega a una ciudad nueva, con un nuevo libro bajo el brazo. Los comienzos que marcan una nueva etapa en la vida de una persona, deben ir siempre acompañados de un nuevo libro. Lo que empieza bien es más difícil de arruinar, así que a sus compañeros de viaje los escoge siempre con el máximo cuidado y atención. No deja lugar a las casualidades, nunca en este aspecto.

Mira a través de los cristales, pero no ve a nadie, sólo sombras que reptan apresuradas. En las calles desiertas esas mismas sombras pasan a su lado, robándole lentamente su esencia. Sigue esperando a esa persona que jamás va a llegar y pronto él será otra sombra más en esa red de tráfico, cobertura y prisa. Si sigue buscando en la ciudad algún rastro de humanidad, no tardará en perder la suya propia.
Una nueva ventana. Parece que ha vuelto a elegir el libro incorrecto. Juega con el humo de un cigarro, mira un paisaje que no es capaz de comprender. De su rostro impávido alguna fuerza desconocida arranca una lágrima. La atrapa entre sus dedos y la deja caer. Atardece lentamente, pronto aparecerá la luna.

Camina de la mano con otro atardecer, hacia otro lugar, otra ciudad. Su mirada, fija en las estrellas, pero sobre todo en la luna distante, como siempre. Entre suspiros y lágrimas furtivas que brotan ocasionalmente de sus ojos grisáceos, se marcha abatida. Luciérnagas artificiales dirigen su rumbo hacia una ciudad nueva, y hacia una nueva soledad. El horizonte es más amplio que nunca.
Atrás deja, como siempre, un cuaderno, sobre el que siempre se lee lo mismo:
"Continúo aquí, esperándote en mi ciudad vacío, continúo mirando la luna cada noche, quizás estés en otra ciudad; vacía, por supuesto"

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