fall to pieces.

sábado, 23 de julio de 2011
La ciudad no ha cambiado, salvo porque el tiempo parece haberse detenido en cada rincón de sus calles cubiertas de charcos, impregnadas del sol que acaricia las huellas gastadas en los caminos desandados. El silencio lo es todo. Y una figura camina solitaria por las grandes avenidas. Si nos acercamos podemos ver que su mirada está fijada en el asfalto agrietado. Hace ya un tiempo que Naoko evita hablar; prefiere callar, rumiar pensamientos en su interior. Disfrutar del apacible ensimismamiento que, normalmente, no puede permitirse.

Nada que exteriorizar; nada que quiera exteriorizar. Por temor a que no sea verdad lo que cree sentir. Por temor a que su realidad se desmorone por no ser más que el producto de una serie de recuerdos que, por pura casualidad, volvieron obsoletos al resto.
Prefiere concentrarse en el ruido de los coches atravesando la alameda, en las voces de las personas que pasan a su lado como fantasmas. Cualquier cosa es mejor que atreverse a romper el silencio que la llena, que la invade, sumiéndola en ese estado de confortable neutralidad.

Últimamente, se limita a oir lo que él dice, lo que opina, lo que piensa... Pero hace días que dejó de escuchar. Quizás porque no es igual, es más fácil: no requiere empatía, complicidad o concentración. Quizás porque toda esta situación se remonta a cuando comenzó a flaquear, a recordar voces perdidas de un pasado que, en su fuero interno, desea revivir.

El silencio es todo lo que le queda. Es lo único que merece la pena conservar, al menos por ahora. Y es que llegado el momento, es doloroso comprender que por mucho que uno lo intente, por mucho que uno luche, las cosas que han cambiado jamás volverán a ser lo que fueron entonces.

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