intrinsically aware.

martes, 10 de mayo de 2011
Querida Keiko,

Escribo tu nombre en las paredes de la ducha cubiertas por capas de fino vapor. Te envío cartas a través de las tuberías de mi mente. Soy tan increíblemente ingenua que realmente llego a creer que compartimos un secreto idioma de códigos y señas.

Escribo poesía con pintura transparente en hojas arrancadas de un viejo cuaderno y las escondo en libros de la biblioteca sobre suicidio y flores. Encuentro bonito que alguien pudiera encontrarlas y toparse con el corazón de un extraño o que alguien las leyera y pensara que la agonía puede llegar a ser hermosa expresada con palabras.
Guardo mis secretos entre las teclas de mi piano y los frascos de tinta de mi máquina de escribir.

Tus ojos me recuerdan a aquel día lluvioso que fui a la costa y vi un pato quedando atrapado entre las olas. Intenté meter todo el agua en una taza de té para salvar a aquel pato. La segunda vez que fui, escalé las rocas hasta llegar a un pequeño acantilado. Quería ver el fondo, el profundo final desde una perspectiva más elevada. Veía las olas romper violentamente contra la piedra y deseaba que las olas pudieran llevarme a donde se llevaron al pato.
"It's a silly time to learn to swim, when you start to drown."

Cuando tenía tres años, intenté columpiarme alto, más alto. Hasta que mis pies tocaron las nubes y, fugazmente, vi a Céfiro mirándome a través de los suaves picos del nebuloso cielo. Con una lágrima en su mejilla, empujó mi columpio suavemente de nuevo hacia el pavimento.
Cuando te conté esto mediante nuestro código, golpeaste el suelo y entonces comprendí que, a veces, se nos tienen que arrebatar cosas para que podamos apreciar lo que tenemos. Dejé de odiar al viento.
(Un golpe en el suelo significa "mentirosa")

Ayer observaba a las luciérnagas al otro lado de mi ventana. Bailaban de una forma hipnotizante. Tanto era así, que ni la luna captaba mi atención. Rocié mi habitación con niebla de frutos rojos (creo que las luciérnagas y los frutos rojos tienen que ir de la mano).
Mientras inspiraba, reflexionaba subyacentemente. Me parecía imposible que el mundo girase sobre si mismo, porque, al menos, debería sentir algo. Igual que sentía como respirabas a pesar de estar a cientos de kilómetros.
Me apetecía salir y cazar a las luciérnagas, meterlas en un bote. Esconderlo para poder centrarme en la luna y ver cómo desaparecía en la distancia. Pero mi ventana estaba herméticamente cerrada y mis párpados se estaban derritiendo.

Suspiro y coloco mi mano sobre mi frente, lo que según nuestro diccionario significa "lo siento", pero tú te limitas a golpear el suelo un par de veces más y a dejar un bolígrafo sobre el papel. Entonces me doy cuenta de que no sé cómo suenan tus suspiros y me pregunto cómo es posible sea así.

Escribo tu nombre hasta el final de las paredes de la ducha cubiertas por capas de fino vapor. Obstruyo las tuberías de mi mente con cartas para ti.

Comprendo que es hora de dejar mis estudios sobre nuestros códigos, porque no vas a responder de todas formas.

J.

P.D.: Nunca he sido partidaria de las cartas de este tipo, pero habrás visto que no es una carta corriente. Espero no decepcionarte en ese sentido.

1 Espejos rotos:

Anónimo dijo...

me gusta mucho ^^