Hell-Dunkel-Kontrast

martes, 4 de mayo de 2010
El martes es blanco y negro.

Negro por su placer, su dulce sombra que me envuelve y me consuela. Tras mis párpados herméticamente cerrados bailan halos de luz, figuras geométricas inexistentes y colores que no podemos ver, como en un cuadro de Kandinsky. Mi cabeza descansa suavemente sobre mis brazos cruzados. Ya no noto el agua, que cae en ráfagas contra la ventana y satisface mi deseo por la humedad. Queda el rastro de una vieja sonrisa sobre mis labios, estoy cayendo entre las grandes gotas que chocan contra el suelo y una especie de duermevela.

El martes es negro y blanco.

Blanco por la densa niebla de la tarde y la pureza de la canción que escucho. Ahora soy libre y respiro. Mi mundo es la luz. Mi mundo es ligero, vibra con una llovizna que transformada en lluvia corre por mis manos manchadas de un tono carmesí. La luz es cada vez más tenue, pero parece que el rojo brilla en la oscuridad. Me agacho y cojo pedazos de poesías, pedazos de sentimientos en el corazón de gente a quien no conozco. Al poco tiempo de deshacen entre mis dedos, que todo parecen tintarlo del color de la muerte. Es lo único que el agua no puede arrastrar consigo. Me atormenta algo más pesado que cualquier roca o tronco.
Lo que me espera es, probablemente, otra noche de insomnio plagada de pensamientos que no puedo seguir evitando.

Tengo miedo.

1 Espejos rotos:

Rukaria dijo...

Pocas cosas pueden salvarte de tí mismo, pero seguro que tienes algún as bajo la manga para sobrellevar tu miedo.