yellow, everything's black.

domingo, 21 de marzo de 2010
Me asomo a la cubierta y miro el cielo esta noche: no hay estrellas ni luna, sólo una impenetrable cortina de oscuridad. Inconscientemente doy tres pasos hacia atrás; me da miedo la oscuridad. Cierro los ojos y olfateo el aire, que huele realmente bien, casi como mi libro de hace unos años. Sonrío al pensarlo y olvido que me rodean abrumadoras tinieblas. Un recuerdo de hace menos de un par de días me coge la mano para llevarme a su curso.
Estoy con la chica de cabello rubio y caminamos por una carretera que atraviesa la bahía. El cielo ya no es negro, sino dorado. Cantamos en voz alta una canción absurda, llena de energía... una bola de alegría resplandeciente. Mis pies golpean el asfalto, me fascina la sensación de fuerza en mis piernas cuando corro. Mis brazos atrtaviesan el aire, vuelan por sí mismos.
En plena campiña francesa, entre viñedos centenarios y con el mar como espejo. El paisaje es tan hermoso que la euforia se apodera completamente de mi cuerpo. Estamos hablando animadamente, pero no sé de qué exactamente.
Al pasar entre los pinos que esconden nuestra pequeña cala, el sol proyecta una luz tan pura sobre nuestras caras sonrientes que parece que no sea real.
Recuerdo una época lejana en la que cada día era de color amarillo, había miles de matices diferentes, pero siempre seguía siendo amarillo, nunca negro. Quería jugar con las olas y con los rayos del sol.
Ahora, sin embargo, no me atrae la luz y odio la oscuridad. Así que no me queda más remedio que conformarme con vivir en la penumbra.
No lloro porque una chica que no vierte lágrimas es fuerte y vivirá siempre.

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