poison oak.

martes, 17 de noviembre de 2009
...el final de la parálisis. Ya no es una simple estatua olvidada.
Recuerda cuando el teléfono era una decrépita lata atada a una cuerda...y cuando se dormía escuchándola hablar.
Su voz... la echa de menos.
Ella no tenía miedo. No tenía miedo a morir, y eso le asustaba a él.

En las fotos posaba con viejos vestidos de colores raidos y una sonrisa en armonía con sus delicados rasgos. La polaroid que ambos compartían...¿qué fue de ella?
Tantos momentos inmortalizados que ahora ya no están, que se escaparon con el tiempo.
"¿Te avorgonzabas?¿Por qué las escondiste en un cajón?"
Sigue hablándole, aunque ella tampoco está; se fue para siempre. Pero él cree que ella le sigue escuchando, porque sigue pensando que está a su lado. Le habla, le susurra tiernas palabras a ese oído ausente... ¡Hay veces que incluso discute con el vacío a su alrededor!
Y, en ocasiones, calla, como si esperara una respuesta que jamás llegará.
"En realidad, creo que nunca te he querido tanto como cuando me diste la espalda, cuando pegaste aquel portazo que retumbó en mi interior... Cuando robaste aquel coche y huiste al infinito, dejándome atrás...
Yo era joven, aún creía en la guerra.
...
Dejemos que los poetas lloren hasta caer rendidos, que sus lágrimas caigan como trágicas palabras por ti...Y así éstas volverán a convertirse en vapor, creando de nuevo rimas imposiblemente hermosas."


Han pasado más de veinte años y sólo queda un campo embarrado donde antes estaba el jardín... Todo sigue empapado por su llanto, a pesar de que los relojes han dado ya miles de vueltas desde que sus ojos quedaron secos. Es como si el viento se negara limpiar de recuerdos ese espacio destruído por el dolor que causó su muerte.
Su camiseta manchada con la sangre que derramaron sus dulces labios cuando decidió volver para decir adiós también sigue mojada.
Quizá se paró el tiempo cuando ella...desapareció.
Las paredes aún acogen los gritos que se han ido apagando poco a poco, aunque también resguardan las tiernas palabras susurradas tiempo atrás, pero ya empiezan a difuminarse en la madera desconchada.
Quizá solo se ha parado para él.
Tiene momentos de lucidez, en los que se alegra de que ella se haya ido y por fin sea feliz, como siempre había soñado. Siente las ganas de serlo también, pero cuando está apunto de conseguirlo vuelve a envolverlo la demencia.
Sigue en ese lugar, arrinconado, sin poder escapar. Rie por no llorar. No es más que un loco nostálgico.

"Nunca imaginé que esta vida fuera posible... Sigo esperando que aparezcas por detrás tapándome los ojos, feliz, sin marcas en las muñecas, sin los ojos hinchados... Como antes"

Sabe que no es posible, pero no quiere aceptarlo. Retorna a encerrarse en su locura y así parece más real.

Y ahora está sentado junto al piano; borracho. Cuando toca las teclas todo parece darse la vuelta, todo se convierte en un tornado a su alrededor.
El sonido de la soledad le hace más feliz... así puede aguantar el hecho de seguir vivo. Y aunque ella ya no lo esté, sigue riendo en su memoria (¡a veces hasta a su lado!), en ese campo embarrado que antes era el jardín.


0 Espejos rotos: