23:47:51

domingo, 1 de noviembre de 2009
Miré mi reloj.
23:40:18

Caminaba por la ciudad. Sola. Las farolas iluminaban mi camino con su triste luz anaranjada. Nada ni nadie guiaba mis pasos en ese momento. Sólo andaba por las calles pavimentadas con antiguos adoquines. Solía preguntarme, qué personas habrían pisado esos callejones tan concurridos en la antigüedad. Me apenaba que ahora permanecieran olvidados y silenciosos esperando a resurgir de sus cenizas o tan solo a ser descubiertos por algún peatón solitario o quizá por alguna pareja que buscase tranquilidad en medio de todo barullo que comprendía aquel barrio por la noche.

Yo era feliz.
La ingenuidad siempre ha sido mi punto débil, así que sospecho que simplemente imaginaba que era feliz. Puede que incluso llegara a creerme la mentira, de tanto imaginarlo.
Además de ingenua, imbécil.

Miré el reloj.
23:43:02

Por alguna razón (que puede que llegara a entender una vez, pero que ahora escapa a mi compresión), sonreía como la imbécil que soy.
Recuerdo que sonreía de esa forma estúpida... esa sonrisa amplia que todos llevamos pegados a la cara cuando nos enamoramos. Y es que ya no tenía miedo a nada. Porque pensaba que me quería. Pensaba que jamás me haría daño. Así que no necesitaba protegerme de nada.
Y ojalá lo hubiera hecho.
Ese fue mi primer error.

Me encontré ante un cruce de caminos. A mi derecha una calle de no más de tres metros de largo que desembocaba en el corazón de El Carmen. Habría que estar loco para adentrarse en la multitud de gente que transitaba aquel lugar, como posesa, casi luchando por entrar en los locales de moda. Descarté esa opción.
Delante de mí continuaba el callejón por el que llevaba ya un rato deambulando sin prestar demasiada atención al ritmo que marcaban mis pies, sólo centrándome en mi absurda felicidad. Y, finalmente, a mi izquierda se abría una estrecha callejuela, pobremente iluminada, que dibujaba una curva desigual que me impedía ver el final de ésta. Sin pensármelo demasiado me decanté por continuar hacia la izquierda.
Y ojalá no lo hubiera hecho.
Y ese fue mi segundo error.

La sonrisa seguía sin borrarse de mi cara cuando ya estaba a punto de doblar aquella esquina tan peculiar...

Miré mi reloj.
23:47:51

Y levanté la mirada.
Y ojalá NUNCA, NUNCA, NUNCA lo hubiera hecho.
Y, por último, ese fue mi tercer error.
No el más grave, pero sí el decisivo.


Ojalá no hubiese creído que la felicidad existe y me hubiese protegido, alejándome de ella.

Ojalá no hubiese escogido el callejón de la izquierda.

Ojalá SIMPLEMENTE HUBIESE SEGUIDO MIRANDO MI RELOJ, PASANDO DE LARGO, SIN FIJARME EN MI ALREDEDOR.



Sentí como dejaba de sentir. Como mi boca se secaba. Como mi sonrisa se borraba. Como mis músculos se relajaban hasta que parecía que yo no existía, que no era un cuerpo sino una mera sombra en mitad de la noche. Como dejaba de respirar. Ahora lo llamaría... ¿shock?

Ellos no me veían a mí, pero yo sí les veía a ellos, y esto lo considero un error del destino o quizá una de sus bromas pesadas. Estaban apoyados contra la pared. A pesar de la carencia de luz veía, perfectamente, como él la sujetaba contra si. Como sus manos descendían por su espalda debajo de su camiseta y como ella se dejaba llevar. Oía su respiración; agitada. Oía el sonido de sus labios al juntarse.

De repente me abandonó esa sensación de indiferencia. El odio empezó a crecer en mi como una semilla que fermenta demasiado rápido, carcomiéndome por dentro. Mis facciones se tensaron de forma abrupta. Mis musculos se contrajeron hasta que me hizo daño el no moverme. Empecé a respirar demasiado rápido y demasiado fuerte. Sus sonidos me parecían nauseabundos. Apenás podía contener las ganas de vomitar allí mismo.

"No,no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no. No", no estaba segura de si lo pensaba, lo murmuraba o lo gritaba.

Oí como él decía: "Tranquila, nena, ahí no hay nadie"
Ni siquiera había girado su puta cabeza en mi dirección, estaba demasiado ocupado controlando su erección, supongo. Pero ella sí se giró. Sus ojos azules se fijaron en los míos. Pasaron de la lujuría al miedo tan rápido que apenas me di cuenta. Empujó al chico, apartándole de ella y se quedó mirándome. Si se sentía culpable y tenía miedo, a mí ya no me importaba. El dolor destruía cada rincón de mi interior, pero el odio era más fuerte en ese momento. No me había dado cuenta de que las lágrimas ya empezaban a secarse en mis mejillas. Él también se quedó mirándome, estupefacto.

Entonces me di la vuelta y empecé a correr. Oí como gritaba mi nombre, pero ni siquiera giré la cabeza. Dejé atrás la calle que conducía a la aglomeración de gente y me mezclé con todas las personas, que conversaban y reían alegremente. Volvía a notar humedad en mi rostro, pero ¿por qué iba a importarme ya que la sombra de ojos se me hubiera corrido hasta darme un aspecto ridículo?
¿Qué iba a importarme ya?


Seguí corriendo, dejándo atrás toda la muchedumbre. Oía pasos detrás de mí. Supongo que pensaba que era el eco de los míos propios. Hasta que alguien me agarro la muñeca, obligándome a parar en seco.

"Por favor, Julia, escúchame..."
"No me toques..." No la miraba a la cara, pero me costó mucho controlar mi voz igualmente.
"Por favor, escúchame..."
"¡HE DICHO QUE NO ME TOQUES, JODER!"

Se quedó atrás cuando me fui andando. Ya no corría. No siguió intentando que la perdonara. Que obviara lo que había pasado. No se esforzó. Y eso me demostró que nunca me había querido. Que simplemente buscaba la seguridad de una relación...




La habría perdonado, porque era incapaz de vivir sin ella.

3 Espejos rotos:

Vicent dijo...

No se si lo que pone será real, imagino que si, por como está escrito...
pero.. qe calidad, leche!
Hazme un favor, sigue escribiendo blogs como este :)

Te.Mi. dijo...

uaau me encanta esta entrada, es mi preferida !
esta super bien escrita :D

Anónimo dijo...

"Mis musculos se contrayeron hasta que..." Uhmmmm, yo diría contrajeron. Sorry. Es una llamada inoportuna a la realidad gramatical en una vivencia reflejada inteligentemente. Genial, Julie y GENIAL JULIE.

Encontré tus escritos dos años tarde (hoy, 5/8/2011). Pero encantados de conocernos (ellos y yo)